Ya en 1997, las científicas Cheryl Benard y Edit Schlafer se dieron cuenta de cómo la elección de los juguetes puede fomentar los intereses típicos de cada género. Sin embargo, las estanterías de las tiendas parecen ser cada vez más rosas y azules. Dejando a un lado la segregación por colores, el problema se centra más en que los juguetes fomentan o inhiben intereses y competencias específicas. Así, a los niños se les permiten o se les niegan determinadas experiencias de aprendizaje. Para permitir un fomento integral de las competencias de los niños, sería esencial ofrecer una amplia gama de juguetes, que permitiera experiencias de aprendizaje amplias y el descubrimiento de sus propios intereses. Si se observa con detenimiento, la elección personal basada en los intereses individuales suele ser menos personal y más adaptada al entorno.
Los juguetes específicos de género pueden conducir a un fomento unilateral del interés y el desarrollo de las competencias. Los estereotipos de género en la elección profesional y el trabajo a tiempo parcial son las principales razones del riesgo de pobreza para las mujeres y el principal reto para la igualdad.