¿Qué hay de malo en utilizar los servicios de un robot sexual? Si una persona está soltera y lleva mucho tiempo sin encontrar pareja, ¿es aceptable para la sociedad que adquiera un robot sexual? Ya sea como compañero o con fines más íntimos, ¿debe la sociedad seguir juzgando a esta persona? Y si adquiere un robot así, ¿qué puede hacer con él? ¿Lo que imagine y desee? ¿O hay límites?
Este es uno de los debates clave en torno a los robots sexuales y su desarrollo de cara al futuro. Si asumimos que los robots sexuales no son más que máquinas y que sus propietarios son los responsables de cómo se utilizan, ¿qué nos lleva a juzgar el aspecto de los robots o para qué se utilizan finalmente? Rara vez comprobamos lo que hace nuestro/a vecino/a con sus aparatos tecnológicos, así que ¿por qué el robot debería ser diferente? Al mismo tiempo, si asumimos que nuestra vida diaria y cualquier acción que hagamos tiene consecuencias y se nos enseña lo que es aceptable y lo que no en la sociedad, entonces esto se convierte en una cuestión de responsabilidad moral. Si alguien maltrata a sus robots sexuales simplemente porque puede, ¿qué nos dice que no lo hará también en la vida real algún día? ¿Somos todos los seres humanos capaces de diferenciar entre lo que podemos hacer con un robot y lo que podemos hacer con otros seres humanos?
Se trata de un dilema moral que se extiende a muchos niveles del desarrollo de los robots sexuales y es un debate clave a la hora de decidir si deben prohibirse. Pero, ¿hay que acabar con los robots sexuales o enseñar a nuestra sociedad a ser moralmente responsable de sus actos en todos los aspectos de la vida?
Más información sobre la influencia moral y social y sus consecuencias en nuestras entrevistas a expertos/as, a través de nuestro sitio web o de nuestras redes sociales.
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